"Los colores de la montaña"
Director: Carlos César Arbeláez (2010)
En 2014 semanas después de la ruptura de una relación de
unos 4 años me subí por primera vez en la vida a un avión. El destino era
Colombia con escalas en Chile y Perú. No estaba programado en el viaje hacer la
costa caribeña -que pudimos conocer dos años después-, sino visitar lo que más
nos gustan: las ciudades. Trazamos la ruta del llamado "Eje cafetero"
y en casi 3 semanas de viaje visitamos Bogotá, Armenia, Pereira, Manizales,
Medellín y por último, fuera de ruta, Cali. En este primer viaje a Colombia, la
primera noche de Hostel en Bogotá es que vi "Los Colores de la
montaña".
La trama de "Los colores de la montaña" de Carlos
Abelaez es bien sencilla. En un pueblo de montaña el día de su cumpleaños
Manuel recibe de regalo de sus padres una pelota de fútbol y un par de guantes
de arquero. La alegría y el agradecimiento de Manuel hacia sus humildes padres
es tanta que esa misma noche dormirá con los guantes puestos y abrazado a su
pelota. Pero es poco lo que Manuel y el resto de sus amigos -Julián,
"pocas luces" y otros- van a disfrutar del nuevo balón. Iniciado el
"picado", la pelota se les va afuera de la cancha y la discusión ya
no será la típica de cualquier potrero del mundo, cuando sucede esta situación
(“¿Quién va a buscar el esférico?”). La diferencia será abismal y la podemos
resumir de la siguiente forma: "Cómo recuperamos la pelota que acaba de
caer en la zona minada".
Según un informe de la ONU del año 2008, Colombia encabeza
el listado de países con más cantidad de su superficie cubierta de minas
antipersonales, con presencia en más del 60% de sus municipios. Las minas
antipersonales y los desplazamientos forzados –que también son parte del
tratamiento de la película- son los capítulos más dramáticos de un conflicto entre
las guerrillas y el Estado colombiano que ya lleva décadas y que pareciera no
terminar nunca (file:///C:/Users/jjcas/Downloads/3109-Texto%20del%20art%C3%ADculo-10492-2-10-20120712.pdf).
“Los colores de la montaña” nos describe sin exageraciones
ni pretensiones la vida cotidiana de las familias campesinas, con sus
ocupaciones y preocupaciones diarias. El trabajo de todos los días de hombres y
mujeres en la cría de animales, en los cultivos, los tejidos y luego la venta
en el mercado del pueblo. Pero también la vida de los niños, ayudando a sus
padres en el trabajo, yendo a la escuela de vez en cuando y forjando amistades
que permiten que la vida sea digna de ser vivida en medio de tanto dolor.
Ambos, adultos y niños, a su forma parecen ser conscientes de la fragilidad de
la permanencia en sus propias tierras. Las presiones diarias de colaborar con
uno u otro bando terminan por llevar en el mejor de los casos a abandonar la
tierra y en el peor a perder la propia vida.
Como docente no puedo dejar de lado al personaje de la
profesora Carmen, que llega al pueblo cargada de ilusiones pero sobre todo de
fuertes convicciones. “La escuela se respeta” nos dice mientras sus alumnos
pintan montañas, animales y todo lo que los representa, tapando los mensajes de
violencia y muerte de los contendientes. Pero las ilusiones van encontrando los
obstáculos de la realidad y todos los días se tacha un niño de la lista que ya
no vive más en el poblado. Y el aula se va vaciando hasta que las lágrimas inundan
el escritorio de Carmen,que sostiene lo que ya nada puede sostener. La escena
de la profesora corriendo y escapando ante la mirada de lxs pocxs niñxs que
quedan, es una derrota que nos duele como siempre duelen este tipo de derrotas.
Murales en una de las comunas (creo que era la N 1) en Medellín, homenaje a las víctimas del conflicto. De un lado los desplazados (la mayoria familias campesinas que se ven obligadas a abandonar sus hogares, ya sea por paramilitares o por vivir en zonas de conflicto entre guerrilla y ejercito).Del otro lado, las victimas de las minas antipersonales. La fotografía es del viaje a Colombia en 2014.
“Los colores de la montaña” evita caer en escenas morbosas
de violencia explícita como lo hace una parte del cine colombiano que más
llegada ha tenido en el mercado. Sin embardo aquí también la violencia lo impregna todo: en cada diálogo de los adultos que se debaten entre abandonarlo todo y migrar o morir en sus tierras, mientras en los primeros planos vemos a los niños jugar, en los campesinos que huyen casi sin poder hablar con sus vecinos, en las escuelas usadas como centros de operaciones para la guerra o la tortura o en los animales que salen estallados cuando pisan el campo minado. La única deficiencia que encontramos son los diálogos que no llegamos a entender por la rapidez con la que hablan lxsniños o quizá por algún problema técnico del sonido. Fuera de eso por su belleza y sinceridad “Los colores de la montaña” merece ser vista.