"Enero" de Sara Gallardo.
Editorial Sudamericana. 1era Edición, 1958.

Hace algunos años, en un programa de Canal Encuentro dedicado
a las obras emblemáticas de la literatura argentina vi el especial de "Eisejuaz" de
Sara Gallardo. Por supuesto que no había leído nada de ella y a penas conocía
su nombre, pero me dieron ganas de leer esa novela tan original y que no tenía
muchos puntos de contacto con el resto de la literatura argentina.
Lamentablemente no logré conseguir el libro por ningún lado ya que las
ediciones de la Editorial Sudamericana estaban agotadas hace muchos años y las
nuevas ediciones no eran tan fáciles de conseguir. Su nombre volvió a leerse
este último tiempo en distintos suplementos literarios, quizá por dos razones:
por el re-lanzamiento de toda su obra literaria en al menos dos editoriales que
he podido identificar (Ed. Fiordo y Ed. Malastierras) y por el uso -entendido
en el mejor de los sentidos- político de su primera novela titulada “Enero”
(Editorial Sudamericana. 1era Edición, 1958) que hoy mencionamos.
"Enero" cuenta la historia de
Nefer, una joven de 16 años que vive con su familia en un poblado rural del
interior de Argentina. Tanto ella, como el resto de su familia, trabajan para
una acaudalada familia dedicada a la producción ganadera y a la actividad
comercial vinculada al puerto de Buenos Aires. Es un ejercicio interesante leer
en forma paralela "Enero" con "Los dueños de la tierra" de
David Viñas. Ambas novelas fueron publicadas en 1958 y ponen en evidencia tanto
la estructura de clases argentina como la opresión oligárquica, aunque desde
distintos lugares y con diferentes preocupaciones.
Pero volviendo a "Enero", la trama gira en
torno al abuso sexual sufrido por Nefer, su consecuente embarazo y la angustia
de la joven frente a la posibilidad de que el resto de su familia se entere del
hecho. La forma de presentar esta
terrible situación es, desde el inicio, a través del monólogo interior que la
propia protagonista va desarrollando:
"Hablan de la cosecha y no saben que para entonces
ya no habrá remedio...todos los que están aquí, y muchos más, van a saberlo, y
nadie dejará de hablar...va a llegar el día en que mi barriga empiece a
crecer" (pág. 8).
La noche de la fiesta de casamiento de Porota, para la que
Nefer tanto se había preparado pensando en el encuentro con el
"negro" Ramos (un famoso jinete del cual ella está enamorada),
terminó de la peor forma. Primero, cuando ve al "negro" bailando con
otra mujer y luego con el terrible suceso que la condujo a su sombrío presente.
La forma de la descripción del ataque sexual, en este caso combina la voz de
la víctima con la tercera persona:
"La toma por un brazo y las espinas del monte
se incrustan en su espalda. El hombre tiene bigotes y olor a vino, hace calor,
las ramas de los árboles son un mundo, el Negro está con Delia, el hombre suda,
hace calor, me ahogo, ah Negro, Negro, qué me has hecho, mirá mi vestido, era
para vos. Durante meses esperé este día para invitarte" (pág.
13).
Lejos de sentirse víctima, Nefer va atravesando
distintos estados de ánimos y una bronca dirigida hacia todas las personas que
conoce: primero hacia sí misma por su supuesta incapacidad para captar la
atención del "negro", luego hacia el propio "negro" y a
Delia, la mujer que éste elige en la fiesta. Más adelante hacia su madre y sus
hermanas, que con su incomprensión o desconocimiento sobre su problema,
profundizan el sentimiento de desamparo y soledad. Pero hay algo constante en
sus pensamientos frente a la situación que está viviendo: la certeza de que
morir es lo único que pondría fin a tanto dolor y verguenza.
En un momento dado Nefer toma el riesgo de escaparse de su
casa y acercarse hasta la casa de una curandera que sabe que realiza abortos,
incluso a mujeres que ella conoce. Pero el miedo a ese "que
dirán", tan presente en este tipo de pueblos, hará que no pueda
comunicar su necesidad a la curandera y que el problema persista. Luego de este
intento frustrado, solo quedará rezar a Dios y que éste conceda el milagro para
terminar con un embarazo que es concebido como un castigo. Pero la revelación
de su embarazo al resto de su familia, no sólo no dará la respuesta tan
esperada por Nefer, si no que profundizará la injusticia del caso.
En la narración son constantes las referencias a un
calor agobiante, sufrido por la protagonista, el resto de los personajes y los
animales del campo:
"Las hojas de los árboles y los molinos están
inmóviles en el aire del verano y un perro acostado en la zanja la mira con el
lomo embarrado (pág. 24)
"Contempla a Alcira que duerme desabrochada y
descalza con un brazo sobre la frente húmeda; luego se pone las alpargatas y
sale atando un pañuelo bajo su barbilla. Deslumbrada, frunce los ojos y cruza
el patio ardiente" (pág. 25).
Y también una escritura que se esfuerza por reproducir
el lenguaje propio de la gente de campo:
—Buenas —dice—; ¿qué tal, Nefer?
—Bieniusté, Luisa.
—Buenos días, niña Luisa —dice didácticamente el mucamo (pág.
16)
….
— ¿Cómo estás, m’hija? —dice—; seguí comiendo no más.
Tu familia
bien, ¿no? Hace poco fué tu cumpleaños, ¿no es cierto?
¿Cuántos cumpliste? (pág.17).
“Enero” a pesar de su brevedad –menos de 100 páginas- me ha
parecido una novela excelente. Es imposible no hacer una lectura en clave política
con los debates en torno a la despenalización del aborto y la necesidad de una ley que lo permita reglamentar. Pero su mérito no se
limita a esta interpelación con su potente mensaje que ha llevado a que los distintos
feminismos la hayan recuperado en muchos textos que se pueden ver en la red. Porque el logro indiscutible de “Enero” es que está bien escrita, que le sobra belleza y que a través de su lenguaje poético y
crudo trasmite el drama de una forma magistral.
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