sábado, 23 de mayo de 2020

"Enero" de Sara Gallardo.

Editorial Sudamericana. 1era Edición, 1958.

Enero Sara Gallardo Retira Microcentro/retiro - $ 120,00 en ...

Hace algunos años, en un programa de Canal Encuentro dedicado a las obras emblemáticas de la literatura argentina vi el especial de "Eisejuaz" de Sara Gallardo. Por supuesto que no había leído nada de ella y a penas conocía su nombre, pero me dieron ganas de leer esa novela tan original y que no tenía muchos puntos de contacto con el resto de la literatura argentina. Lamentablemente no logré conseguir el libro por ningún lado ya que las ediciones de la Editorial Sudamericana estaban agotadas hace muchos años y las nuevas ediciones no eran tan fáciles de conseguir. Su nombre volvió a leerse este último tiempo en distintos suplementos literarios, quizá por dos razones: por el re-lanzamiento de toda su obra literaria en al menos dos editoriales que he podido identificar (Ed. Fiordo y Ed. Malastierras) y por el uso -entendido en el mejor de los sentidos- político de su primera novela titulada “Enero” (Editorial Sudamericana. 1era Edición, 1958) que hoy mencionamos.

 "Enero" cuenta la historia de Nefer, una joven de 16 años que vive con su familia en un poblado rural del interior de Argentina. Tanto ella, como el resto de su familia, trabajan para una acaudalada familia dedicada a la producción ganadera y a la actividad comercial vinculada al puerto de Buenos Aires. Es un ejercicio interesante leer en forma paralela "Enero" con "Los dueños de la tierra" de David Viñas. Ambas novelas fueron publicadas en 1958 y ponen en evidencia tanto la estructura de clases argentina como la opresión oligárquica, aunque desde distintos lugares y con diferentes preocupaciones.

 Pero volviendo a "Enero", la trama gira en torno al abuso sexual sufrido por Nefer, su consecuente embarazo y la angustia de la joven frente a la posibilidad de que el resto de su familia se entere del hecho. La forma de presentar  esta terrible situación es, desde el inicio, a través del monólogo interior que la propia protagonista va desarrollando:

"Hablan de la cosecha y no saben que para entonces ya no habrá remedio...todos los que están aquí, y muchos más, van a saberlo, y nadie dejará de hablar...va a llegar el día en que mi barriga empiece a crecer" (pág. 8).

La noche de la fiesta de casamiento de Porota, para la que Nefer tanto se había preparado pensando en el encuentro con el "negro" Ramos (un famoso jinete del cual ella está enamorada), terminó de la peor forma. Primero, cuando ve al "negro" bailando con otra mujer y luego con el terrible suceso que la condujo a su sombrío presente. La forma de la descripción del ataque sexual, en este caso combina la voz de la víctima con la tercera persona:

 "La toma por un brazo y las espinas del monte se incrustan en su espalda. El hombre tiene bigotes y olor a vino, hace calor, las ramas de los árboles son un mundo, el Negro está con Delia, el hombre suda, hace calor, me ahogo, ah Negro, Negro, qué me has hecho, mirá mi vestido, era para vos. Durante meses esperé este día para invitarte" (pág. 13).

 Lejos de sentirse víctima, Nefer va atravesando distintos estados de ánimos y una bronca dirigida hacia todas las personas que conoce: primero hacia sí misma por su supuesta incapacidad para captar la atención del "negro", luego hacia el propio "negro" y a Delia, la mujer que éste elige en la fiesta. Más adelante hacia su madre y sus hermanas, que con su incomprensión o desconocimiento sobre su problema, profundizan el sentimiento de desamparo y soledad. Pero hay algo constante en sus pensamientos frente a la situación que está viviendo: la certeza de que morir es lo único que pondría fin a tanto dolor y verguenza.

En un momento dado Nefer toma el riesgo de escaparse de su casa y acercarse hasta la casa de una curandera que sabe que realiza abortos, incluso a mujeres que ella conoce. Pero el miedo a ese "que dirán", tan presente en este tipo de pueblos, hará que no pueda comunicar su necesidad a la curandera y que el problema persista. Luego de este intento frustrado, solo quedará rezar a Dios y que éste conceda el milagro para terminar con un embarazo que es concebido como un castigo. Pero la revelación de su embarazo al resto de su familia, no sólo no dará la respuesta tan esperada por Nefer, si no que profundizará la injusticia del caso.

 En la narración son constantes las referencias a un calor agobiante, sufrido por la protagonista, el resto de los personajes y los animales del campo:

 "Las hojas de los árboles y los molinos están inmóviles en el aire del verano y un perro acostado en la zanja la mira con el lomo embarrado (pág. 24)
 "Contempla a Alcira que duerme desabrochada y descalza con un brazo sobre la frente húmeda; luego se pone las alpargatas y sale atando un pañuelo bajo su barbilla. Deslumbrada, frunce los ojos y cruza el patio ardiente" (pág. 25).

 Y también una escritura que se esfuerza por reproducir el lenguaje propio de la gente de campo:

  —Buenas —dice—; ¿qué tal, Nefer?
Bieniusté, Luisa.
—Buenos días, niña Luisa —dice didácticamente el mucamo (pág. 16)
….
— ¿Cómo estás, m’hija? —dice—; seguí comiendo no más. Tu familia
bien, ¿no? Hace poco fué tu cumpleaños, ¿no es cierto? ¿Cuántos cumpliste? (pág.17).

“Enero” a pesar de su brevedad –menos de 100 páginas- me ha parecido una novela excelente. Es imposible no hacer una lectura en clave política con los debates en torno a la despenalización del aborto y la necesidad de una ley que lo permita reglamentar. Pero su mérito no se limita a esta interpelación con su potente mensaje que ha llevado a que los distintos feminismos la hayan recuperado en muchos textos que se pueden ver en la red. Porque el logro indiscutible de “Enero” es que está bien escrita, que le sobra belleza y que a través de su lenguaje poético y crudo trasmite el drama de una forma magistral.

















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