lunes, 18 de mayo de 2020

"Nuestro mundo muerto" de Liliana Colanzi.

Editorial Eterna Cadencia, 2017.

Eterna Cadencia - Nuestro mundo muerto

Liliana Colanzi es una de las escritoras bolivianas actuales más reconocidas y según la prensa y la crítica especializada, una de las grandes promesas literarias del continente. Si bien su obra se extiende a solo tres compilaciones de cuentos no demasiado extensos cada uno, la calidad de su trabajo la sitúan en un lugar más que merecido. En algunas entrevistas que pude ver en la red la autora hace una defensa permanente del género cuento, tratando de diferenciarse de aquellas posiciones literarias que lo consideran como un género menor o subordinado a la novela. "Nuestro mundo muerto" (Editorial Eterna Cadencia, 2017), es su tercera publicación y está compuesta por ocho cuentos imposibles de encasillar en un solo género, ya que abundan en partes iguales ciencia ficción, realismo, misterio, terror y todo lo que podamos imaginar.

"El Ojo", es el primero de los cuentos y trata de la lucha constante de una joven universitaria por liberarse de una madre controladora y "de su Ojo que lo abarca todo"(Pág. 8). El Ojo materno que la joven lleva incorporado a su cuerpo controla cada uno de sus pasos, sus olores y hasta sus pensamientos. Pero la opresión y la obediencia a los mandatos familiares comienzan a acabarse cuando la joven conoce a un compañero de la universidad con quien mantiene relaciones sexuales en el cine.

"Alfredito", dedicado a un amigo inmortal llamado Alfredo Parada Cháves, es el segundo cuento. La narradora es una mujer de clase media que recuerda la muerte de Alfredito, compañero de 5to grado, mientras era cuidada por su nana indígena . El relato se sitúa centralmente en el día del velorio de Alfredito, al que la niña asistió con su madre, maestra, cura y el resto de sus compañeros. Lo sobrenatural o fantástico aparece aquí en la creencia de los niños de que Alfredo regrese a la vida. Quizá más que fantástico sea la transmisión cultural de la propia niñera para quien los muertos nunca se van.

"La Ola", es el tercero de los cuentos donde una joven estudiante cruceña en Cornell, narra el fenómeno de la Ola que genera los suicidios de jóvenes y otros males. Mientras la joven se hunde en el insomnio y la nostalgia de su mundo perdido, piensa en escribir sobre el achachairú (la fruta más deliciosa del mundo que sólo crece en Santa Cruz). De pronto la llamada de su madre con la noticia de su padre agonizando la llevan de urgencia a su tierra.

"Meteorito", es el cuarto de los cuentos y transcurre en la localidad de San Borja. Allí, Rudy, un estanciero obeso y en pleno tratamiento, deberá enfrentar la situación del fallecimiento de un niño-peón en sus tierras, luego de una patada de un animal. Lo que al principio parecía un delirio místico del niño -las capacidad de éste para comunicarse con seres superiores- comienza a confirmarse con una serie de hechos inexplicables.

"Caníbal", es el quinto de los cuentos y transcurre en París el día en que una pareja de mujeres llega a la ciudad y que la televisión anuncia que el asesino-caníbal-y-ex-actor-porno-gay se esconde en esa ciudad. Mientras una de las chicas, Vanessa, sale del hotel para entregar un paquete y cerrar un negocio ilegal, la otra chica comienza a recordar cuestiones de su vida familiar en Bolivia y su obsesión por Vanessa.

"Chaco", es el sexto de los cuentos y sin dudas mi favorito de todo el libro. El narrador es un joven de 18 años que vive con su abuelo borracho y su madre tartamuda. Su abuelo de joven había participado en un operativo del gobierno donde se desalojó a los Matacos de sus tierras para avanzar con la explotación petrolera. En medio del aburrimiento del pueblo, este joven se convierte en el asesino de un mataco borracho que vivía tirado al costado de la ruta y de su propio abuelo -para quien el joven padecía la lepra de la mentira- por orden del mataco, que a pesar de muerto logra meterse en su cabeza y ordenar el asesinato de su abuelo.

"Nuestro mundo muerto", título que da nombre al libro es el séptimo de los cuentos y se encuadra en un relato clásico de ciencia ficción. La posibilidad de explorar Marte, a través de la promoción de una empresa que concede esta experiencia, llevan a Mirka (la narradora), Pip, Zukofsky y otras personas que quieren dejar atrás los dolores de la tierra, a embarcarse en un viaje de no retorno mientras reviven las heridas del mundo que ya no existe y la adaptación a uno desconocido y hostil.

"Cuento con pájaro", es el octavo y último de los cuentos y debo confesar que es el de más difícil lectura, lo que me motivó a releerlo. El relato está narrado por distintas voces y en distintas temporalidades que se anuncian al comienzo de cada apartado. Los temas centrales serán nuevamente la expulsión de indígenas -ayoreos- y su explotación en las zafras, como así también el avance del narcotráfico en esas zonas. Sobre el final del libro, en las notas, la autora señala que las partes en cursivas son testimonios de indios ayoreos recogidos de un libro del antropólogo Lucas Bessire.

"Nuestro mundo muerto", mantiene un nivel parejo en todos los relatos y cautiva al lector desde el comienzo hasta el final. Hay algunos temas constantes en los relatos como los conflictos familiares (o mejor dicho generacionales), las relaciones complejas entre colonos/colonizados o las distintas cosmovisiones indígenas que conviven y disputan los sentidos en un país tan diverso como Bolivia. Los personajes, casi siempre en los márgenes, con sus obsesiones y paranoias, también logran atrapar a un lector que al finalizar cada relato no encuentra historias cerradas ni interpretaciones únicas al alcance de su mano.








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