sábado, 18 de abril de 2020

"Descubrí que estaba muerto" J. P. Cuenca

Tusquets, 1era edición argentina 2017.


Descubrí que estaba muerto - J.P. Cuenca | Planeta de Libros

Poco tiempo después de una pelea con sus vecinos que termina con el revoleo de algunos objetos y varios insultos J. P. Cuenca recibe un misterioso llamado de la comisaría 5ta de Río de Janeiro. El comisario que le notifica la denuncia radicada por los vecinos en la comisaría, le advierte la existencia de un expediente previo, del año 2008, que contiene una documentación precisa que comprueba su propia muerte:

-Su certificado de defunción. Aquí está escrito que usted está muerto.
-Yo no estoy muerto.
-¿Conoce a una tal Cristiane Paixao Ribeiro?
-No.
-Será mejor que venga a la comisaria para esclarecer esta historia.
-¿Ahora? (pág. 18).

A partir de esta inesperada noticia, donde se le anuncia su propia muerte, surgen algunos interrogantes que el propio Cuenca deberá investigar: ¿Quién es el muerto que robó su identidad? ¿Cuál fue la razón para usar la identidad de él? ¿Cómo obtuvieron su partida de nacimiento siendo que él jamás la perdió? ¿Quién es Cristiane y donde se la puede ubicar? Con estos interrogantes J. P. Cuenca inicia el proceso de investigación por todo Río de Janeiro, con la ayuda de un periodista amigo y un detective contratado.

"Descubrí que estaba muerto" se divide en cuatro partes, más un posfácio escrito por Maria da Gloria Prado, quien se presenta como una investigadora de literatura brasilera.

En el primer tramo del libro, el autor, el personaje literario y el ¿muerto? presentan la noticia de la muerte con los documentos oficiales: expediente del caso, la nota de traslado del cadáver, el informe de autopsia, etc. Estos documentos, vale aclarar, son reales, ya que la novela parte de un hecho que le ocurrió realmente a J. P. Cuenca. En 2008 aparece su partida de nacimiento en los bolsillos de un hombre muerto en un edificio ocupado en el barrio de Lapa (Río de Janeiro). A partir de este hecho verídico es que el autor construye un relato que obviamente contará con aspectos autobiográficos aunque no todo necesariamente lo será. De hecho J. P. Cuenca no está muerto como el narrador y el personaje del libro. En este primer tramo del libro también se destaca toda la descripción del contexto preolímpico en Río de Janeiro donde transcurre la novela. Una época donde, recordemos, se anunciaba un Brasil pujante que parecía posicionarse entre las cinco economías más importantes del mundo, aunque lejos estuviera de solucionar las más elementales cuestiones sociales. Este contexto es juzgado críticamente por el autor.

"En tiempos preolímpicos, quien no tenía forma de pagar por el nuevo Río era barrido hacia las favelas y los suburbios oscuros y calurosos que seguían creciendo viralmente a lo largo de las vías del tren semiderruidas en los barrios que estaban por fuera del cinturón olímpico. A los miles de desalojados por el poder público les seguían los desplazados por la especulación inmobiliaria y sus emprendimientos millonarios, muchos usados sólo para lavar dinero"  (Pág. 58).

Lejos de ser una situación excepcional este proceso de gentrificación pero sobre todo de destrucción de la ciudad y de su identidad, es señalado por el autor como una recurrencia histórica de Río de Janeiro. Estas situaciones se han repetido en distintos momentos del siglo XIX y también en las primeras décadas del siglo XX. El autor no soporta su propia ciudad y se evade detrás de los viajes que su mundo de escritor le proporciona. “Cualquier lugar es mejor que mi lugar" parece ser su idea más persistente.

Luego llegará el relato sobre la fiesta de cumpleaños de Tomás Anselmo, amigo de Cuenca y periodista que lo ayuda a investigar su propia muerte, quien lo invita a su departamento para celebrar junto a otros amigos y amigas. Los/as invitados/as, trabajadores/as freelancers en comunicación, publicistas, académicos y artistas son descriptos por el autor con cierta mirada despectiva como la de alguien que forma parte de un circulo pero que a su vez lo desprecia y no se siente a gusto. Esta idea de la auto desaparición empieza a cobrar fuerza en el relato. La escena más destacable, además de las de la orgía en la que participa Cuenca y la del secreto de la preparación del sushi, será la de la conversación en aquel lujoso departamento con vista a la Bahía de Guanabara, mientras se escuchan los fusiles y la balacera del enfrentamiento entre las fuerzas militares y las bandas narcos de la Favela. La intelectualidad crítica de aquel departamento solo atina a subir la música para no escuchar lo que no se quiere oír.

También la historia de la muerte de Cuenca le sirve al escritor para dar sus puntos de vista acerca de la utilidad o mejor dicho la inutilidad de la literatura y un despacho total hacia el mundo de la industria editorial. El posicionamiento de Cuenca sobre el sentido no utilitalista de la literatura es que ésta en tanto actividad artistica, no redime y que cuanto mas esfuerzo hacemos en reivindicarla más desdibujamos su potencialidad.

"Que la Europa ilustrada de Cervantes, Shakespeare, Dante y Tolstoi esclavizó generaciones de negros, indios, analfabetos y disidentes políticos. Que Hitler, fanático entre otras cosas de Don Quijote y Robison Crusoe, leía un libro por noche y tenía una biblioteca personal de decenas de millares de volúmenes, superada, sin embargo, por la de otro compulsivo lector, Iosif Stalin. Que los libros no son suplementos alimenticios que contienen dosis de empatía e inteligencia" (Pág. 138).

En la última parte del libro aparecen algunos avances en la investigación pero Cuenca decide dejar atrás su vida de escritor atormentado e incluso a su propia pareja y el resto de su familia, para pasar a una auto reclusión total, mudándose al edificio que antes había estado ocupado por la gente entre la cuál se encontraba el muerto que apareció con su partida de nacimiento. Allí la novela empieza a tener una narrativa bastante confusa, quizá porque la vida del propio narrador, protagonista y autor, entra en un estado de inconsciencia y franca decadencia humana. Allí se nos describe a un Cuenca encerrado que ya nisiquiera baja a comprarse su comida, que regala todas sus prendas, que "arrastra sus uñas por el cuero cabelludo" y "hace dibujos en el piso con sus caspas". El relato llega a un momento de interrupción en donde se anuncia, por medio de la especialista en literatura de brasilera, la muerte del autor de la novela.

"Producto de un fenómeno cultural de nuestro tiempo -el concepto de autoría como performance- J.P. Cuenca (1978-2016) parece haber vagado sobre aquella tierra infértil. En este último libro, él es un personaje literario y el narrador de su propia historia; es una persona real que roba su identidad y muere en un edificio tomado en Lapa -y por eso se vuelve ficcional-; y, por último, es el escritor que deja inconcluso el borrador de una novela. Los tres son personajes de ficción y personajes reales al mismo tiempo. Los tres están muertos" (pág. 203).









No hay comentarios.:

Publicar un comentario