"Descubrí que estaba muerto" J. P. Cuenca
Tusquets, 1era edición argentina 2017.

Poco tiempo después de una pelea con sus vecinos que termina
con el revoleo de algunos objetos y varios insultos J. P. Cuenca recibe un misterioso
llamado de la comisaría 5ta de Río de Janeiro. El comisario que le notifica la
denuncia radicada por los vecinos en la comisaría, le advierte la existencia de
un expediente previo, del año 2008, que contiene una documentación precisa que
comprueba su propia muerte:
-Su certificado de defunción. Aquí está escrito que usted está
muerto.
-Yo no estoy muerto.
-¿Conoce a una tal Cristiane Paixao Ribeiro?
-No.
-Será mejor que venga a la comisaria para esclarecer esta
historia.
-¿Ahora? (pág. 18).
A partir de esta inesperada noticia, donde se le anuncia su
propia muerte, surgen algunos interrogantes que el propio Cuenca deberá
investigar: ¿Quién es el muerto que robó su identidad? ¿Cuál fue la razón para
usar la identidad de él? ¿Cómo obtuvieron su partida de nacimiento siendo que
él jamás la perdió? ¿Quién es Cristiane y donde se la puede ubicar? Con estos
interrogantes J. P. Cuenca inicia el proceso de investigación por todo Río de
Janeiro, con la ayuda de un periodista amigo y un detective contratado.
"Descubrí que estaba muerto" se divide en cuatro
partes, más un posfácio escrito por Maria da Gloria Prado, quien se presenta
como una investigadora de literatura brasilera.
En el primer tramo del libro, el autor, el personaje
literario y el ¿muerto? presentan la noticia de la muerte con los documentos
oficiales: expediente del caso, la nota de traslado del cadáver, el informe de
autopsia, etc. Estos documentos, vale aclarar, son reales, ya que la novela
parte de un hecho que le ocurrió realmente a J. P. Cuenca. En 2008 aparece su
partida de nacimiento en los bolsillos de un hombre muerto en un edificio
ocupado en el barrio de Lapa (Río de Janeiro). A partir de este hecho verídico
es que el autor construye un relato que obviamente contará con aspectos
autobiográficos aunque no todo necesariamente lo será. De hecho J. P. Cuenca no
está muerto como el narrador y el personaje del libro. En este primer tramo del libro también se
destaca toda la descripción del contexto preolímpico en Río de Janeiro donde
transcurre la novela. Una época donde, recordemos, se anunciaba un Brasil
pujante que parecía posicionarse entre las cinco economías más importantes del
mundo, aunque lejos estuviera de solucionar las más elementales cuestiones sociales. Este contexto es juzgado críticamente por el autor.
"En tiempos
preolímpicos, quien no tenía forma de pagar por el nuevo Río era barrido hacia
las favelas y los suburbios oscuros y calurosos que seguían creciendo
viralmente a lo largo de las vías del tren semiderruidas en los barrios que
estaban por fuera del cinturón olímpico. A los miles de desalojados por el
poder público les seguían los desplazados por la especulación inmobiliaria y
sus emprendimientos millonarios, muchos usados sólo para lavar
dinero" (Pág. 58).
Lejos de ser una situación excepcional este proceso de
gentrificación pero sobre todo de destrucción de la ciudad y de su identidad,
es señalado por el autor como una recurrencia histórica de Río de Janeiro.
Estas situaciones se han repetido en distintos momentos del siglo XIX y también en las primeras décadas del siglo XX. El autor
no soporta su propia ciudad y se evade detrás de los viajes que su mundo de
escritor le proporciona. “Cualquier lugar es mejor que mi lugar" parece
ser su idea más persistente.
Luego llegará el relato sobre la fiesta de cumpleaños de
Tomás Anselmo, amigo de Cuenca y periodista que lo ayuda a investigar su propia
muerte, quien lo invita a su departamento para celebrar junto a otros amigos y
amigas. Los/as invitados/as, trabajadores/as freelancers en comunicación,
publicistas, académicos y artistas son descriptos por el autor con cierta
mirada despectiva como la de alguien que forma parte de un circulo pero que a
su vez lo desprecia y no se siente a gusto. Esta idea de la auto desaparición
empieza a cobrar fuerza en el relato. La escena más destacable, además de las
de la orgía en la que participa Cuenca y la del secreto de la preparación del
sushi, será la de la conversación en aquel lujoso departamento con vista a la Bahía
de Guanabara, mientras se escuchan los fusiles y la balacera del enfrentamiento
entre las fuerzas militares y las bandas narcos de la Favela. La
intelectualidad crítica de aquel departamento solo atina a subir la música para
no escuchar lo que no se quiere oír.
También la historia de la muerte de Cuenca le sirve al escritor para dar sus puntos de vista acerca de la utilidad o mejor dicho la inutilidad de la literatura y un despacho total hacia el mundo de la industria editorial. El posicionamiento de Cuenca sobre el sentido no utilitalista de la literatura es que ésta en tanto actividad artistica, no redime y que cuanto mas esfuerzo hacemos en reivindicarla más desdibujamos su potencialidad.
"Que la Europa ilustrada de Cervantes, Shakespeare, Dante y Tolstoi esclavizó generaciones de negros, indios, analfabetos y disidentes políticos. Que Hitler, fanático entre otras cosas de Don Quijote y Robison Crusoe, leía un libro por noche y tenía una biblioteca personal de decenas de millares de volúmenes, superada, sin embargo, por la de otro compulsivo lector, Iosif Stalin. Que los libros no son suplementos alimenticios que contienen dosis de empatía e inteligencia" (Pág. 138).
En la última parte del libro aparecen algunos avances en la
investigación pero Cuenca decide dejar atrás su vida de escritor atormentado e
incluso a su propia pareja y el resto de su familia, para pasar a una auto
reclusión total, mudándose al edificio que antes había estado ocupado por la
gente entre la cuál se encontraba el muerto que apareció con su partida de
nacimiento. Allí la novela empieza a tener una narrativa bastante confusa,
quizá porque la vida del propio narrador, protagonista y autor, entra en un
estado de inconsciencia y franca decadencia humana. Allí se nos describe a un
Cuenca encerrado que ya nisiquiera baja a comprarse su comida, que regala todas
sus prendas, que "arrastra sus uñas por el cuero cabelludo" y
"hace dibujos en el piso con sus caspas". El relato llega a un
momento de interrupción en donde se anuncia, por medio de la especialista en
literatura de brasilera, la muerte del autor de la novela.
"Producto de un
fenómeno cultural de nuestro tiempo -el concepto de autoría como performance-
J.P. Cuenca (1978-2016) parece haber vagado sobre aquella tierra infértil. En
este último libro, él es un personaje literario y el narrador de su propia
historia; es una persona real que roba su identidad y muere en un edificio
tomado en Lapa -y por eso se vuelve ficcional-; y, por último, es el escritor
que deja inconcluso el borrador de una novela. Los tres son personajes de
ficción y personajes reales al mismo tiempo. Los tres están muertos" (pág.
203).
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