Los niños perdidos. Un ensayo en 40 preguntas de Valeria Luiselli
"Se suele pensar que las migraciones como la de todos estos
niños son un problema «de ellos» –los bárbaros del sur–, de modo que «nosotros»
–en el civilizado norte– no tenemos por qué lavarles la ropa sucia. La
devastación del tejido social en países como Honduras, El Salvador, Guatemala
se suele concebir como un problema centroamericano de «violencia de pandillas»
que hay que mantener de ese lado de las fronteras. Se dice poco o nada del
control de armas que se trafican desde Estados Unidos hacia México y
Centroamérica. De igual modo, la «guerra contra las drogas» se sigue pensando
como un fenómeno circunscrito a México, en donde Estados Unidos juega un papel
acaso indirecto – a través del trasiego ilegal de armas, por un lado, y el
consumo de las drogas, por otro (un vínculo, por cierto, de por sí bastante directo)"
(Pág. 56).
Editorial Sexto Piso, 2016.


En el verano de 2015 tuve la posibilidad de recorrer durante
poco más de tres meses Centroamérica, particularmente el llamado Triángulo del
Norte, región comprendida por Guatemala, El Salvador y Honduras. Al igual que
el resto de Centroamérica en esta región uno puede descubrir una belleza
singular caracterizada por la diversidad y los marcados contrastes:
cordilleras, volcanes, zonas áridas y de repente, verdes junglas a lo largo de
la costa. Un clima templado durante todo el año, con altas temperaturas durante
las mañanas y algo más fresco por las noches. Pero también con una realidad
compleja, marcada por la pobreza extrema y la presencia de un crimen organizado
que azota a todas las poblaciones y que prácticamente conforma un Estado
paralelo y en permanente disputa con los estados constituidos. En ese 2015 uno
de los temas que más se hablaba en los distintos medios de comunicación y en la
calle de estos países era la problemática de "la crisis migratoria"
(vista así desde los EEUU, que son quienes reciben a los migrantes) y el
endurecimiento de las normas migratorias con la implementación del programa
mexicano "Frontera Sur". Toparme con los libros de Valeria Luiselli,
su última novela "Desierto sonoro" (Ed Sigilo, 2019) y este ensayo anterior titulado
"Los niños perdidos. Un ensayo en cuarenta preguntas" (Ed. Sexto Piso, 2016), que
están directamente conectados, me han hecho regresar un poco a los días de ese
viaje y a la problemática de los migrantes centroamericanos que lejos está aún
de resolverse.
"Los niños perdidos (un ensayo en cuarenta
preguntas)", titulo surgido de las conversaciones de la autora con su
pequeña hija, es un breve pero gran libro que logra introducir al lector de
forma profunda en la situación de los niños migrantes, en su mayoría de las
nacionalidades aludidas más arriba, que intentan llegar a los Estados Unidos
atravesando todo México. Muchos de estos niños, que pueden tener entre 2 y 16
años, fueron entrevistados por Valeria Luiselli cuando trabajó, junto a su
sobrina, como traductora de la Corte Federal de Inmigración de Nueva York,
encargada de informar al procedimiento legal que luego decidirá, nada mas ni
nada menos, que la deportación o el otorgamiento de asilo a estos niños
migrantes.
El libro está prologado por el periodista estadounidense Jon
Lee Anderson de larga trayectoria y conocedor de temas latinoamericanos, quien
además de recuperar algunas de las partes del libro de Luiselli pone en
contexto la publicación de esta obra literaria y periodística de gran potencia:
"El libro de Valeria Luiselli aparece mientras se vive
una coyuntura particularmente álgida entre su país de origen, México, y su
patria adoptiva, los Estados Unidos. Conforme la campaña presidencial
estadounidense entraba a su recta final en 2016, la naturaleza de la relación
de los Estados Unidos con México se convirtió en una de las principales
plataformas en la candidatura del magnate republicano, Donald Trump, quien
famosamente se refirió a los mexicanos como intrusos no bienvenidos, como
«violadores, ladrones y asesinos», y realizó un llamado para construir un muro
a lo largo de la frontera. Por si fuera poco, en un aparente esfuerzo por
acentuar la humillación del gesto, siempre insistió en que «los mexicanos lo
pagarán»" (Página 7).
Luego los 4 capítulos del libro estarán organizados en torno
a cuatro conceptos utilizados por la Corte para que los niños puedan recordar
su viaje cronologicamente. Estos son: 1) Frontera: coyote, migra, hielera,
albergue, 2) Corte: la puerta, abogados, 3) Casa: familia, guardianes, 4)
Comunidad. De esta forma se organiza la entrevista con las 40 preguntas que
Valeria Luiselli traduce a los niños y que luego transcribe al inglés.
"¿Por qué viniste a EEUU?", "¿Cuando
entraste?", "¿Con quien viajaste?", "¿Qué países
cruzaste?", "¿Te ocurrió algo durante el viaje que te asustara o
lastimara?", "¿Alguien te ha lastimado en EEUU?", "¿Tienes
algún familiar en EEUU con quien vivir?"... y así hasta completar las 40
preguntas que intentan reconstruir cada historia de cada uno de esos niños
centroamericanos que desesperados en sus derruidas naciones deciden emprender
un viaje plagado de violencias y abusos. Las cifras de esas violencias que
acontecen principalmente en territoritorio mexicano registran un 80% de las
mujeres violadas, 11 333 víctimas de secuestros ocurridos entre abril y
septiembre del año 2010 –un período de sólo 6 meses- y más de 120 mil migrantes
desaparecidos desde 2006.
A medida que Luiselli va traduciendo las preguntas del
cuestionario a los niños, al que define como cinicamente frío y distante,
transcribe las distintas respuestas ("A veces en primera persona, a veces
en tercera persona") que le van dando los niños y también se detiene en
las dificultades para lograr, a partir de los relatos escuchados, una narración
coherente que dé cuenta de la complejidad y la magnitud del problema, pero
sobre todo de los pedecimientos que sufren estos niños tanto en sus países de
orígen como durante el largo viaje que los lleva a la frontera de EEUU:
"El problema es que las historias de los niños siempre
llegan como revueltas, llenas de interferencias, casi tartamudeadas. Son
historias de vidas tan devastadas y rotas, que a veces resulta imposible
imponerles un orden narrativo" (Página 28).
La suerte de cada uno de estos niños depende en muchos casos
de lo que cuentan en estas entrevistas. Por ejemplo en los casos de los niños
mexicanos, si se comprueba que no sufrieron ningún abuso físico o psicológico
en EEUU y su retorno no implica ningún riesgo para ellos, son inmediatamente
deportados sin ninguna posibilidad de apelación. En el caso del resto de las
nacionalidades centroamericanas, existen varios vericuetos legales que permiten
a los abogados evitar las deportaciones -por ejemplo comprobándose alguna
agresión hacia ellos en suelo norteamericano o en situaciones donde la
deportación implica un peligro de muerte real-, entrando en un larguisimo
proceso judicial que incluye estadías en albergues para migrantes, búsqueda de
familiares en EEUU -la gran mayoría viaja detrás de padres o familiares ya
instalados en el país- solicitudes de ingreso a instituciones educativas,
solicitudes de distintos tipos de permisos de residencia, etc.
En la última parte del libro Valeria Luiselli avanza un poco
en la definición del problema y las posibles acciones que permitan dar si no
soluciones de fondo, si al menos, paliativos que permitan mejorar las
residencias y la integración de estos migrantes en EEUU. Respecto a lo primero
propone dejar de ver esta problemática como suele hacer gran parte de la
dirigencia y la opinión pública norteamericana, responsabilizando o haciendo
foco sólo en la "situación centroamericana" con las guerras de
pandillas y todos esos problemas que EEUU debería, según esta visión, mantener
fuera de su frontera. Por el contrario define al problema desde una perspectiva
hemisférica donde las culpabilidades deben repartirse tanto como las acciones
que se propongan solucionarlo:
Por el lado de las acciones que deberían implementarse y
profundizarse la autora deposita su confianza en la amplificación de todas
estas voces registradas en su libro que están ahí para ser escuchadas y que a través de sus testimonios se concientice en la necesidad de cambiar no sólo las políticas migratorias si no la realidad de todo un continente. La autora destaca el
ejemplo de Manu, uno de los personajes del libro que probablemente tenga otro
nombre, que logró torcer el brazo a las políticas migratorias expulsivas a
través de la exposición de su caso y también en el trabajo de organizaciones
comunitarias como la Teenage Inmigrant Integration (TIIAS), que si bien se
inician como organizaciones de asistencia y ayuda inmediata a los inmigrantes,
pueden articular acciones políticas indispensables para mejorar las vidas de
estas personas y visibilizar ante el mundo su situación.
El libro de Valeria Luiselli me ha parecido excelente porque
la autora nos da claves para entender y hacer frente a un fenómeno complejo
como es el de la inmigración de niños, pese a los discursos hegemónicos del
poder que niegan e invisibilizan estas tragedias constantes. Pero además el
hecho de ser un texto de denuncia no impide o limita la belleza literaria que la autora reafirma en su
última novela "Desierto sonoro" y que aún no he logrado terminar de
leer.
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