domingo, 10 de mayo de 2020

Los niños perdidos. Un ensayo en 40 preguntas de Valeria Luiselli

Editorial Sexto Piso, 2016.

Valeria Luiselli habla sobre su libro 'Los niños perdidos' y la ...



En el verano de 2015 tuve la posibilidad de recorrer durante poco más de tres meses Centroamérica, particularmente el llamado Triángulo del Norte, región comprendida por Guatemala, El Salvador y Honduras. Al igual que el resto de Centroamérica en esta región uno puede descubrir una belleza singular caracterizada por la diversidad y los marcados contrastes: cordilleras, volcanes, zonas áridas y de repente, verdes junglas a lo largo de la costa. Un clima templado durante todo el año, con altas temperaturas durante las mañanas y algo más fresco por las noches. Pero también con una realidad compleja, marcada por la pobreza extrema y la presencia de un crimen organizado que azota a todas las poblaciones y que prácticamente conforma un Estado paralelo y en permanente disputa con los estados constituidos. En ese 2015 uno de los temas que más se hablaba en los distintos medios de comunicación y en la calle de estos países era la problemática de "la crisis migratoria" (vista así desde los EEUU, que son quienes reciben a los migrantes) y el endurecimiento de las normas migratorias con la implementación del programa mexicano "Frontera Sur". Toparme con los libros de Valeria Luiselli, su última novela "Desierto sonoro" (Ed Sigilo, 2019) y este ensayo anterior titulado "Los niños perdidos. Un ensayo en cuarenta preguntas" (Ed. Sexto Piso, 2016), que están directamente conectados, me han hecho regresar un poco a los días de ese viaje y a la problemática de los migrantes centroamericanos que lejos está aún de resolverse.

"Los niños perdidos (un ensayo en cuarenta preguntas)", titulo surgido de las conversaciones de la autora con su pequeña hija, es un breve pero gran libro que logra introducir al lector de forma profunda en la situación de los niños migrantes, en su mayoría de las nacionalidades aludidas más arriba, que intentan llegar a los Estados Unidos atravesando todo México. Muchos de estos niños, que pueden tener entre 2 y 16 años, fueron entrevistados por Valeria Luiselli cuando trabajó, junto a su sobrina, como traductora de la Corte Federal de Inmigración de Nueva York, encargada de informar al procedimiento legal que luego decidirá, nada mas ni nada menos, que la deportación o el otorgamiento de asilo a estos niños migrantes.

El libro está prologado por el periodista estadounidense Jon Lee Anderson de larga trayectoria y conocedor de temas latinoamericanos, quien además de recuperar algunas de las partes del libro de Luiselli pone en contexto la publicación de esta obra literaria y periodística de gran potencia:

"El libro de Valeria Luiselli aparece mientras se vive una coyuntura particularmente álgida entre su país de origen, México, y su patria adoptiva, los Estados Unidos. Conforme la campaña presidencial estadounidense entraba a su recta final en 2016, la naturaleza de la relación de los Estados Unidos con México se convirtió en una de las principales plataformas en la candidatura del magnate republicano, Donald Trump, quien famosamente se refirió a los mexicanos como intrusos no bienvenidos, como «violadores, ladrones y asesinos», y realizó un llamado para construir un muro a lo largo de la frontera. Por si fuera poco, en un aparente esfuerzo por acentuar la humillación del gesto, siempre insistió en que «los mexicanos lo pagarán»" (Página 7).

Luego los 4 capítulos del libro estarán organizados en torno a cuatro conceptos utilizados por la Corte para que los niños puedan recordar su viaje cronologicamente. Estos son: 1) Frontera: coyote, migra, hielera, albergue, 2) Corte: la puerta, abogados, 3) Casa: familia, guardianes, 4) Comunidad. De esta forma se organiza la entrevista con las 40 preguntas que Valeria Luiselli traduce a los niños y que luego transcribe al inglés.

"¿Por qué viniste a EEUU?", "¿Cuando entraste?", "¿Con quien viajaste?", "¿Qué países cruzaste?", "¿Te ocurrió algo durante el viaje que te asustara o lastimara?", "¿Alguien te ha lastimado en EEUU?", "¿Tienes algún familiar en EEUU con quien vivir?"... y así hasta completar las 40 preguntas que intentan reconstruir cada historia de cada uno de esos niños centroamericanos que desesperados en sus derruidas naciones deciden emprender un viaje plagado de violencias y abusos. Las cifras de esas violencias que acontecen principalmente en territoritorio mexicano registran un 80% de las mujeres violadas, 11 333 víctimas de secuestros ocurridos entre abril y septiembre del año 2010 –un período de sólo 6 meses- y más de 120 mil migrantes desaparecidos desde 2006.

A medida que Luiselli va traduciendo las preguntas del cuestionario a los niños, al que define como cinicamente frío y distante, transcribe las distintas respuestas ("A veces en primera persona, a veces en tercera persona") que le van dando los niños y también se detiene en las dificultades para lograr, a partir de los relatos escuchados, una narración coherente que dé cuenta de la complejidad y la magnitud del problema, pero sobre todo de los pedecimientos que sufren estos niños tanto en sus países de orígen como durante el largo viaje que los lleva a la frontera de EEUU:

"El problema es que las historias de los niños siempre llegan como revueltas, llenas de interferencias, casi tartamudeadas. Son historias de vidas tan devastadas y rotas, que a veces resulta imposible imponerles un orden narrativo" (Página 28).

La suerte de cada uno de estos niños depende en muchos casos de lo que cuentan en estas entrevistas. Por ejemplo en los casos de los niños mexicanos, si se comprueba que no sufrieron ningún abuso físico o psicológico en EEUU y su retorno no implica ningún riesgo para ellos, son inmediatamente deportados sin ninguna posibilidad de apelación. En el caso del resto de las nacionalidades centroamericanas, existen varios vericuetos legales que permiten a los abogados evitar las deportaciones -por ejemplo comprobándose alguna agresión hacia ellos en suelo norteamericano o en situaciones donde la deportación implica un peligro de muerte real-, entrando en un larguisimo proceso judicial que incluye estadías en albergues para migrantes, búsqueda de familiares en EEUU -la gran mayoría viaja detrás de padres o familiares ya instalados en el país- solicitudes de ingreso a instituciones educativas, solicitudes de distintos tipos de permisos de residencia, etc.

En la última parte del libro Valeria Luiselli avanza un poco en la definición del problema y las posibles acciones que permitan dar si no soluciones de fondo, si al menos, paliativos que permitan mejorar las residencias y la integración de estos migrantes en EEUU. Respecto a lo primero propone dejar de ver esta problemática como suele hacer gran parte de la dirigencia y la opinión pública norteamericana, responsabilizando o haciendo foco sólo en la "situación centroamericana" con las guerras de pandillas y todos esos problemas que EEUU debería, según esta visión, mantener fuera de su frontera. Por el contrario define al problema desde una perspectiva hemisférica donde las culpabilidades deben repartirse tanto como las acciones que se propongan solucionarlo:

 "Se suele pensar que las migraciones como la de todos estos niños son un problema «de ellos» –los bárbaros del sur–, de modo que «nosotros» –en el civilizado norte– no tenemos por qué lavarles la ropa sucia. La devastación del tejido social en países como Honduras, El Salvador, Guatemala se suele concebir como un problema centroamericano de «violencia de pandillas» que hay que mantener de ese lado de las fronteras. Se dice poco o nada del control de armas que se trafican desde Estados Unidos hacia México y Centroamérica. De igual modo, la «guerra contra las drogas» se sigue pensando como un fenómeno circunscrito a México, en donde Estados Unidos juega un papel acaso indirecto – a través del trasiego ilegal de armas, por un lado, y el consumo de las drogas, por otro (un vínculo, por cierto, de por sí bastante directo)" (Pág. 56).

Por el lado de las acciones que deberían implementarse y profundizarse la autora deposita su confianza en la amplificación de todas estas voces registradas en su libro que están ahí para ser escuchadas y que a través de sus testimonios se concientice en la necesidad de cambiar no sólo las políticas migratorias si no la realidad de todo un continente. La autora destaca el ejemplo de Manu, uno de los personajes del libro que probablemente tenga otro nombre, que logró torcer el brazo a las políticas migratorias expulsivas a través de la exposición de su caso y también en el trabajo de organizaciones comunitarias como la Teenage Inmigrant Integration (TIIAS), que si bien se inician como organizaciones de asistencia y ayuda inmediata a los inmigrantes, pueden articular acciones políticas indispensables para mejorar las vidas de estas personas y visibilizar ante el mundo su situación.

El libro de Valeria Luiselli me ha parecido excelente porque la autora nos da claves para entender y hacer frente a un fenómeno complejo como es el de la inmigración de niños, pese a los discursos hegemónicos del poder que niegan e invisibilizan estas tragedias constantes. Pero además el hecho de ser un texto de denuncia no impide o limita la belleza literaria que la autora reafirma en su última novela "Desierto sonoro" y que aún no he logrado terminar de leer.




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