martes, 28 de abril de 2020

"El lugar sin límites" de José Donoso

Editorial Club Brugera. Barcelona, 1984.

El lugar sin límites de Donoso, José: tapa dura (1983) | Alcaná Libros

Hace ya varios años hurgando en la filmografía del cineasta mexicano Arturo Ripstein pude ver su adaptación de la breve novela del escritor José Donoso, "El lugar sin límites". Sin saber nada del libro, ni del guión -tiempo después supe del trabajo de Manuel Puig- recuerdo haber quedado maravillado y con ganas de seguir viendo más películas de su extensa obra. En el caso puntual de "El lugar sin límites", me impresionó esa atmósfera de violencia y sordidez que impregnaban todo el relato y la excepcional actuación de Roberto Cobo quien interpreta al personaje central, "la Manuela". Pasaron algunos años y algunas lecturas de José Donoso ("Coronación", "El jardín de al lado", "La desesperanza" y algunos cuentos) y siempre me había quedado pendiente la lectura de esta novela, hasta que hace unos pocos días pude dar con ella.Tanto el libro como su adaptación son dos obras excelentes que valen la pena visitar.

Buscando el cine desde la literatura. "El lugar sin límites ...
Fotograma de la película "El lugar sin límites", de
Arturo Ripstein, 1978.

La trama de "El lugar sin límites" transcurre en un paraje semi rural de Chile, aislado y desolado, llamado Estación el Olivo. Esta situación de desolación y tristeza pareció haber comenzado con la construcción de una carretera a unos dos kilómetros del paraje, dejando a "Estación" marginada y sólo conectada por un tren cada vez más ocasional. La falta de infraestructura mínima en el poblado como por ejemplo la ausencia de electricidad y la ambición del senador y poderoso empresario Alejandro Cruz (Don Alejo), quien fue comprando todos los terrenos para extender sus viñedos, convirtieron a "Estación" en una tierra imposible para sus habitantes. Incluso para Manuela, la japonesita y el resto de las prostitutas del burdel abierto hace muchos años por la japonesa, madre de la japonesita y ya fallecida.

Casi toda la acción de la novela está situada en el prostíbulo administrado por la japonesita y su padre, una travesti apodada la Manuela y de nombre real Manuel González Astica. Allí conviven padre, hija y el resto de las prostitutas -Luci, Clotilde, Nelly, entre otras-. Los días y las noches transcurren en el más profundo de los aburrimientos, por la falta de clientes, pero con la preocupación constante por el posible regreso de Pancho Vega, un hombre violento y obsesionado con Manuela, a la que ya había golpeado salvajemente una vez, hasta la oportuna intervención de Alejandro Cruz. Pancho Vega maneja un camión rojo que fue comprado con la ayuda de Cruz mediante un préstamo que jamás fue saldado. En las discusiones entre ambos nos enteramos que Vega se crió en las tierras de Cruz con él y su esposa Misia Blanca y que el poder de Cruz en el pueblo es casi absoluto.

En un momento dado la novela hace un salto hacia atrás, unos veinte años y nos relata la llegada de Manuela al pueblo, contratada por la japonesa para bailar en el prostíbulo y congraciar a la gran cantidad de clientes que llegaban al lugar en aquel momento. Esta parte es importante porque se relata la situación que llevó a Manuela a acostarse con la japonesa quien quedará embarazada y dará a luz a la japonesita. Al parecer Cruz le habría apostado a la japonesa la propiedad del prostíbulo si lograba esta "conquista", que él mismo debería ver desde atrás de una ventana. En la narración sobre la intimidad entre la japonesa y la manuela, la primera logra el acercamiento necesario implementando un cambio de roles (hombre/mujer), lo que aparentemente pudo permitir que se concretara el coito. Sin embargo, en varios pasajes del libro se pone en duda la identidad del padre de la japonesita siendo probable que lo sea el propio Cruz. Porque Cruz es el dueño de las tierras pero también de los cuerpos de la Estación el Olivo.

Finalmente sucede la tragedia que se venía anunciando desde el inicio de la novela. Pancho Vega asiste con su cuñado Octavio al burdel de la japonesita para festejar el pago total de la deuda a Alejandro Cruz, gracias a la ayuda de su compadre y cuñado. Pese al intento de ocultarse en el gallinero, Manuela termina entrando al salón a bailar con Pancho Vega quien borracho pedía por ésta. En un momento dado Octavio ve que estos dos se besan y termina recriminando a su cuñado el beso a Manuela. El miedo de Vega al quedar expuesta su homosexualidad lo lleva a intentar tapar esto con una nueva agresión física a Manuela, que a pesar de correr por el campo es atrapada y asesinada a golpes por ambos hombres.

Sin dudas que vale la pena tanto el libro como la película. Obviamente como suele suceder en las adaptaciones quedan afuera algunos personajes y no se narran la totalidad de las escenas. Pero me parece que en ambos casos la temática más importante que yo he identificado de la novela -la transfobia o la intolerancia a la diversidad- está perfectamente abordada en ambos casos.
Un sistema que si bien se presentaba terriblemente opresivo para casi la totalidad de los habitantes de "Estación" para Manuela lo será doblemente opresivo por su condición de homosexual, travesti y viejo. Su permanente lucha por fijar una identidad ante el resto, no sólo se enfrenta a la violencia explicita de su hostigador más inmediato. Aparece también en las discusiones con la japonesita, donde rechaza su masculinidad y su paternidad. Al fin y cabo la dignidad de Manuela pasa por el rechazo a ese "ser" hombre. Su larga lucha por la identidad -como travesti pero también como artista- ha recorrido un camino de exclusión, burlas y castigos -físicos y simbólicos-. Desde aquel lejano momento en que es echada de la escuela por besar a otro chico y luego todas las humillaciones en los burdeles donde era agredido todas las noches. Su llegada a este infierno llamado Estación el Olivo marca el principio del fin. Porque su vida siguió con más padecimientos: físicos, económicos y emocionales. El final no la sorprendió porque ya estaba anunciado.













viernes, 24 de abril de 2020

Tiempo recios de Mario Vargas Llosa.
Alfaguara, 2019.

Tiempos recios', de Mario Vargas Llosa: Piedad en tiempos recios ...


Cada publicación de un libro nuevo de Mario Vargas Llosa es un acontecimiento literario mundial sumamente importante que parece confirmarse por el número de ventas de sus ejemplares y por la resonancia que su obra genera en la crítica. En nuestro país este impacto pareciera haber aumentado luego de su polémica presentación en el marco de la Feria del Libro (2011) y su participación, durante aquellos días, en un seminario en Buenos Aires organizado por la Sociedad Mont Pelerin, divulgadora de ideas ultraliberales. La publicación en 2019 de "Tiempos recios" (Ed. Alfaguara, 2019), donde se narra el golpe de Estado a Jacobo Arbenz en 1954 y otras historias laterales a este hecho, parecen confirmar este impacto con una gran cantidad de intercambios, críticas y hasta incluso interesantes debates sobre el comportamiento del autor en tanto escritor y personaje público.(https://www.pagina12.com.ar/236489-las-dos-caras-de-vargas-llosa).

La historia es bien conocida por todos. Tras la caída del dictador Jorge Ubico (1931-1944), luego de la triunfante "Revolución de Octubre" y el posterior llamado a elecciones, Guatemala inicia su recorrido por una vía democrática que se extenderá por casi una década con las presidencias de Juan José Arévalo (1945-1950) y posteriormente con su ex ministro de defensa Jacobo Arbenz (1951-1954). Durante este período de 1945-1954 los gobiernos democráticos de Guatemala fueron conscientes de la necesidad urgente de implementar reformas que permitieran al país centroamericano, salir de las terribles condiciones de atraso, miseria e injusticia social, en la que se encontraban desde tiempos inmemoriales.

Dentro de las reformas ejecutadas por ambos gobiernos se deben incluir la ampliación del derecho al voto -a personas analfabetas-, el aumento de salarios a docentes y la construcción de escuelas, la autonomía universitaria y quizá, la dos más polémicas e imperdonables para el poder oligárquico y el capital transnacional: el código de trabajo sancionado en 1947 (que permitía la sindicalización de los trabajadores rurales de las plantaciones de bananos y haciendas cafetaleras) y la reforma agraria (decreto 900), ya durante el gobierno de Arbenz, que dispuso la confiscación de tierras ociosas que luego serían redistribuidas a los trabajadores rurales, a los que a través de distintas facilidades proporcionadas por el Estado, se lograría insertar en una agricultura comercial. La ley, lejos de plantear medidas arbitrarias como expropiaciones masivas e indiscriminadas o expulsiones de empresas extranjeras, como había sucedido en otros países, estaba dirigida al latifundio improductivo y el objetivo central era modernizar el sistema agrario y romper con las formas de sujeción social a las élites que estaba sometida la mayoría de la población guatemalteca. 

Estas últimas medidas fueron la excusa perfecta de los opositores a Arbenz para generar una contraofensiva al gobierno a través de toda una serie de acusaciones infundadas de infiltración comunista y otros ataques con el tono propio del lenguaje de la guerra fría. Según Vargas Llosa, será central el papel de Edward L. Bernays, nuevo jefe de relaciones públicas de la Fruit Company, en la manipulación de la opinión pública norteamericana y del Departamento de Estado, para convencer a Estados Unidos de la imperiosa necesidad de intervenir en la política interna de Guatemala, antes que éste país se convirtiera en «una cabeza de playa soviética en América».

"Tiempos recios" está dividido en dos irregulares apartados titulados "Antes" (90%) y "Después" (10%). El apartado "Antes" es la novela en sí y se aboca a la narración ficcional del golpe militar del General Carlos Castillo Armas al gobierno de Arbenz y al confuso episodio que termina con el asesinato del propio Castillo Armas, ya convertido en presidente, tan sólo tres años después de la caída de Arbenz. En tanto que el segundo apartado, "Después", es la transcripción de la breve entrevista que Vargas Llosa realiza a uno de los personajes centrales de la novela, Marta Borrero Parra, -apodada Miss Guatemala y de nombre real Gloria Bolaños Pons-, amante del golpista Castillo Armas y luego del asesino de este, Johnny Abbes García. Esto parece ser una interpretación de Vargas Llosa sobre el magnicidio de Castillo Armas, ya que el hecho sigue sin esclarecerse hasta el día de hoy. La interpretación de Vargas Llosa de este asesinato, es la de una venganza de Rafael Leonidas Trujillo hacia el General golpista guatemalteco, posibilitada por la complicidad de algunas facciones del ejército guatemalteco que tenían a cargo la custodia presidencial. Existen otras hipótesis sobre el asesinato de Castillo Armas pero ninguna de ellas tampoco pudo ser confirmada hasta el día de la fecha.

La gran cantidad de personajes que aparecen en la novela incluye a todos los protagonistas del golpe de Estado en Guatemala: El General Carlos Castillo Armas; el ya mencionado jefe de relaciones públicas de la Fruit Company,  Edward L. Bernays y su presidente Samuel Zemurray; el director de la CIA de ese entonces, Allen Dulles y el embajador norteamericanos en Guatemala John Emil Peurifoy. También los dictadores centroamericanos Anastasio Somoza García y Rafael Leonidas Trujillo y su terrible agente Johnny Abbes García. Tanto Nicaragua como República Dominica fueron esenciales para el éxito del golpe de Estado en Guatemala. Nicaragua prestando su territorio como centro de operaciones y entrenamiento del llamado "Ejercito liberacionista" y la República Dominicana con el apoyo financiero necesario para ejecutar el golpe. Pero también aparecerán en el relato amantes y esposas, algunos intelectuales, médicos y abogados, civiles y otros militares. En estos casos habrá personajes reales con nombres cambiados (como el caso de “Miss Guatemala”) y otros totalmente inventados por Varga Llosa.

Si en el comienzo del libro, Vargas Llosa enuncia las causas del golpe militar en Guatemala –la labor del publicista de la Fruit Company en cuanto a la manipulación de la información de lo que ocurría en Guatemala en el gobierno de Arbenz y las mentiras que propagó en EEUU acerca del peligro comunista en Guatemala y el resto de América Latina-, en el cierre del libro Vargas Llosa se dedicará a las consecuencias terribles que este golpe de Estado en Guatemala trajo para todo el continente americano.

Según Vargas Llosa la interrupción completamente infundada de la democracia en Guatemala, fue lo que posteriormente generó una radicalización de la revolución cubana:

“Fue una gran torpeza de Estados Unidos preparar ese golpe militar contra Arbenz poniendo de testaferro al coronel Castillo Armas a la cabeza de la conspiración. El triunfo que obtuvieron fue pasajero, inútil y contraproducente. Hizo recrudecer el antinorteamericanismo en toda América Latina y fortaleció a los partidos marxistas, trotskistas y fidelistas. Y sirvió para radicalizar y empujar hacia el comunismo al movimiento 26 de julio de Fidel Castro” (pág. 264).

Como prueba directa de esto, Vargas Llosa cita la presencia de Ernesto Guevara en Guatemala en el momento preciso del golpe de Estado de 1954. El aprendizaje del "Caso Guatemala" para el Che, Fidel y los otros revolucionarios de Cuba, habría llevado a éstos a tomar las terribles decisiones de los fusilamientos de miembros del propio ejército una vez que la revolución triunfó y la inevitable alianza con la Unión Soviética para defenderse de las agresiones norteamericanas. Para cerrar este comentario sobre "Tiempos recios" me gustaría dar alguna opinión personal al respecto.

Antes que nada y esto como opinión muy personal creo que, sin ser una mala novela, la calidad de “Tiempos recios” está muy por debajo de otras novelas políticas del autor como “Conversación en la catedral” (1969) o “La fiesta del chivo” (2000). Pero por otro lado creo que en las partes que Vargas Llosa se intenta poner la "ropa" de historiador, proporcionando causas y consecuencias del golpe a Arbenz, sí lo hace de una forma insuficiente, tendenciosa y hasta cayendo en un análisis contrafactual inapropiado.

En primer lugar definir como torpeza de parte del Estado más poderoso del mundo la intervención o el injerencismo en un país latinomericano, sólo por las habilidades de un especialista en marketing político que supo manipular a las autoridades, parece algo pintoresco para una ficción pero completamente débil desde el punto de vista de la explicación histórica. Es innegable el poder de lobby de una empresa como lo fue la Fruit Company y todo el entramado de relaciones con los organismos del estado: muestra cabal de ello es que el propio director de la CIA John Dulles, fuera miembro del consejo directivo de la UFCO o la representación de la poderosa firma de abogados Sullivan and Cromwell como representante de los intereses de la UFCO. Pero no hay torpezas ni pasos en falso en lo que EEUU hizo en América Latina desde el golpe de Estado en Guatemala en 1954 y las décadas sucesivas, si no una firme y coherente política exterior. Porque la interrupción del proceso democrático está firmemente ligada a la interrupción de la democracia entendida como soberanía y autodeterminación de los pueblos y no como un método formal de selección de gobernantes o circulación de élites políticas según lo entiende Vargas Llosa. Y esto es así más allá de que la “amenaza comunista” fuera real o inventada. Creer a esta altura en Estados Unidos como garante de la democracia es de una ingenuidad inaceptable para cualquier ciudadano más o menos informado. Si entre las décadas del 50 y fines del 80 "la amenaza del comunismo" era utilizada para el intervencionismo en países donde se vieran afectados los intereses y privilegios comerciales y monopólicos de EEUU, en las últimas décadas y con la inexistencia de la “amenaza comunista” lo será el terrorisimo islámico y/o cualquier otra excusa.

Por último la radicalización del proceso cubano puede que haya tenido en cuenta lo ocurrido en Guatemala, pero no deja de asombrar como Vargas Llosa omite todos los tropiezos de EEUU en Latinoamérica, previos y posteriores al golpe en Guatemala en 1954. Como dijimos lejos de ser responsabilidad exclusiva de la manipulación del marketing o el lobby empresarial, constituye una de las continuidades más visibles en la Historia de América Latina.


















sábado, 18 de abril de 2020

"Descubrí que estaba muerto" J. P. Cuenca

Tusquets, 1era edición argentina 2017.


Descubrí que estaba muerto - J.P. Cuenca | Planeta de Libros

Poco tiempo después de una pelea con sus vecinos que termina con el revoleo de algunos objetos y varios insultos J. P. Cuenca recibe un misterioso llamado de la comisaría 5ta de Río de Janeiro. El comisario que le notifica la denuncia radicada por los vecinos en la comisaría, le advierte la existencia de un expediente previo, del año 2008, que contiene una documentación precisa que comprueba su propia muerte:

-Su certificado de defunción. Aquí está escrito que usted está muerto.
-Yo no estoy muerto.
-¿Conoce a una tal Cristiane Paixao Ribeiro?
-No.
-Será mejor que venga a la comisaria para esclarecer esta historia.
-¿Ahora? (pág. 18).

A partir de esta inesperada noticia, donde se le anuncia su propia muerte, surgen algunos interrogantes que el propio Cuenca deberá investigar: ¿Quién es el muerto que robó su identidad? ¿Cuál fue la razón para usar la identidad de él? ¿Cómo obtuvieron su partida de nacimiento siendo que él jamás la perdió? ¿Quién es Cristiane y donde se la puede ubicar? Con estos interrogantes J. P. Cuenca inicia el proceso de investigación por todo Río de Janeiro, con la ayuda de un periodista amigo y un detective contratado.

"Descubrí que estaba muerto" se divide en cuatro partes, más un posfácio escrito por Maria da Gloria Prado, quien se presenta como una investigadora de literatura brasilera.

En el primer tramo del libro, el autor, el personaje literario y el ¿muerto? presentan la noticia de la muerte con los documentos oficiales: expediente del caso, la nota de traslado del cadáver, el informe de autopsia, etc. Estos documentos, vale aclarar, son reales, ya que la novela parte de un hecho que le ocurrió realmente a J. P. Cuenca. En 2008 aparece su partida de nacimiento en los bolsillos de un hombre muerto en un edificio ocupado en el barrio de Lapa (Río de Janeiro). A partir de este hecho verídico es que el autor construye un relato que obviamente contará con aspectos autobiográficos aunque no todo necesariamente lo será. De hecho J. P. Cuenca no está muerto como el narrador y el personaje del libro. En este primer tramo del libro también se destaca toda la descripción del contexto preolímpico en Río de Janeiro donde transcurre la novela. Una época donde, recordemos, se anunciaba un Brasil pujante que parecía posicionarse entre las cinco economías más importantes del mundo, aunque lejos estuviera de solucionar las más elementales cuestiones sociales. Este contexto es juzgado críticamente por el autor.

"En tiempos preolímpicos, quien no tenía forma de pagar por el nuevo Río era barrido hacia las favelas y los suburbios oscuros y calurosos que seguían creciendo viralmente a lo largo de las vías del tren semiderruidas en los barrios que estaban por fuera del cinturón olímpico. A los miles de desalojados por el poder público les seguían los desplazados por la especulación inmobiliaria y sus emprendimientos millonarios, muchos usados sólo para lavar dinero"  (Pág. 58).

Lejos de ser una situación excepcional este proceso de gentrificación pero sobre todo de destrucción de la ciudad y de su identidad, es señalado por el autor como una recurrencia histórica de Río de Janeiro. Estas situaciones se han repetido en distintos momentos del siglo XIX y también en las primeras décadas del siglo XX. El autor no soporta su propia ciudad y se evade detrás de los viajes que su mundo de escritor le proporciona. “Cualquier lugar es mejor que mi lugar" parece ser su idea más persistente.

Luego llegará el relato sobre la fiesta de cumpleaños de Tomás Anselmo, amigo de Cuenca y periodista que lo ayuda a investigar su propia muerte, quien lo invita a su departamento para celebrar junto a otros amigos y amigas. Los/as invitados/as, trabajadores/as freelancers en comunicación, publicistas, académicos y artistas son descriptos por el autor con cierta mirada despectiva como la de alguien que forma parte de un circulo pero que a su vez lo desprecia y no se siente a gusto. Esta idea de la auto desaparición empieza a cobrar fuerza en el relato. La escena más destacable, además de las de la orgía en la que participa Cuenca y la del secreto de la preparación del sushi, será la de la conversación en aquel lujoso departamento con vista a la Bahía de Guanabara, mientras se escuchan los fusiles y la balacera del enfrentamiento entre las fuerzas militares y las bandas narcos de la Favela. La intelectualidad crítica de aquel departamento solo atina a subir la música para no escuchar lo que no se quiere oír.

También la historia de la muerte de Cuenca le sirve al escritor para dar sus puntos de vista acerca de la utilidad o mejor dicho la inutilidad de la literatura y un despacho total hacia el mundo de la industria editorial. El posicionamiento de Cuenca sobre el sentido no utilitalista de la literatura es que ésta en tanto actividad artistica, no redime y que cuanto mas esfuerzo hacemos en reivindicarla más desdibujamos su potencialidad.

"Que la Europa ilustrada de Cervantes, Shakespeare, Dante y Tolstoi esclavizó generaciones de negros, indios, analfabetos y disidentes políticos. Que Hitler, fanático entre otras cosas de Don Quijote y Robison Crusoe, leía un libro por noche y tenía una biblioteca personal de decenas de millares de volúmenes, superada, sin embargo, por la de otro compulsivo lector, Iosif Stalin. Que los libros no son suplementos alimenticios que contienen dosis de empatía e inteligencia" (Pág. 138).

En la última parte del libro aparecen algunos avances en la investigación pero Cuenca decide dejar atrás su vida de escritor atormentado e incluso a su propia pareja y el resto de su familia, para pasar a una auto reclusión total, mudándose al edificio que antes había estado ocupado por la gente entre la cuál se encontraba el muerto que apareció con su partida de nacimiento. Allí la novela empieza a tener una narrativa bastante confusa, quizá porque la vida del propio narrador, protagonista y autor, entra en un estado de inconsciencia y franca decadencia humana. Allí se nos describe a un Cuenca encerrado que ya nisiquiera baja a comprarse su comida, que regala todas sus prendas, que "arrastra sus uñas por el cuero cabelludo" y "hace dibujos en el piso con sus caspas". El relato llega a un momento de interrupción en donde se anuncia, por medio de la especialista en literatura de brasilera, la muerte del autor de la novela.

"Producto de un fenómeno cultural de nuestro tiempo -el concepto de autoría como performance- J.P. Cuenca (1978-2016) parece haber vagado sobre aquella tierra infértil. En este último libro, él es un personaje literario y el narrador de su propia historia; es una persona real que roba su identidad y muere en un edificio tomado en Lapa -y por eso se vuelve ficcional-; y, por último, es el escritor que deja inconcluso el borrador de una novela. Los tres son personajes de ficción y personajes reales al mismo tiempo. Los tres están muertos" (pág. 203).









jueves, 16 de abril de 2020

"Chaco" de Diego Mondaca (Coproducción Argentina-boliviana, 2020).


La opinión más extendida señala que el conflicto más sangriento de la Historia Contemporánea de América del Sur, protagonizado por Bolivia y Paraguay y conocido como "La Guerra del Chaco" (1932-1935), se produjo a raíz de un conflicto suscitado en terrenos petrolíferos, donde se vieron confrontados los intereses de las poderosas Standar Oil Company (norteamericana y con el apoyo de los concesionarios bolivianos) y la Royal Dutch Shell (angloholandesa) con asiento en Paraguay. Lo cierto es que estos intereses económicos e imperialistas innegables, ya contaban con el marco de un largo conflicto diplomático entre ambos países por los límites del Chaco Boreal desde el siglo XIX. Sumado a esto podrá agregarse como sostén el uso que hicieron del conflicto los sectores políticos en cada país en términos de legitimar gobiernos que atravesaban delicadas situaciones internas antes del conflicto y unos sistemas políticos -sobre todo en el caso boliviano- con baja institucionalidad y que tras la guerra quedarán hecho añicos. Más allá de todas las explicaciones a cargo de la historiografía, el cine y la literatura no han dejado de remarcar una y otra vez las condiciones extremas que atravesaron los soldados de ambos bandos y el carácter absurdo de este enfrentamiento. 

"Chaco" narra la historia de un batallón boliviano, integrado en su mayoría por soldados quechuas y aymaras pero conducidos bajo la ordenes del Comandante alemán Hans Kundt. Este personaje real interpretado fabulosamente por el actor argentino Fabián Arenillas, había sido jefe del Estado Mayor Boliviano y ministro de guerra en la década del 20, cargos desde donde formó un ejercito boliviano con marcadas características prusianas. A comienzos de la década del 30` cuando estalla el conflicto entre los países vecinos Kundt es convocado nuevamente por el gobierno de Daniel Salamanca para conducir al ejercito boliviano en el enfrentamiento militar más dramático de su historia.

El ejercito boliviano conducido por el alemán tiene la misión de avanzar en una contraofensiva por el Chaco para consolidar posiciones frente al enemigo paraguayo. Pero a medida que pasa el tiempo, el enemigo se vuelve cada vez más invisible y el desconocimiento sobre el territorio genera los peores augurios entre la tropa. Las incertidumbres van creciendo y la moral de los soldados empieza a decaer con la merma de los recursos (agua, alimentos, etc) generando todo tipo de suspicacias y aflorando cuestiones pospuestas por la guerra como las diferencias étnicas, linguisticas y de clase.



Extraído http://www.portalguarani.com/845_ramon_cesar_bejarano/14373_sintesis_de_la_guerra_del_chaco_1982_gral_bgda_sr_ramon_cesar_bejarano_.html

"Chaco" que es el fruto de un trabajo de 6 años de investigación, perfeccionamiento del guión, la estética y todo el proceso de producción, es dedicada a la memoria del abuelo del director que combatió en la guerra del Chacho. Esto de algún modo puede leerse como un ejercicio de Historia oral que nace de una memoria familiar boliviana sobre el conflicto bélico. Como sabemos toda historia oral entra en tensión con los relatos oficiales y en este caso la película trata de recuperar aquellas voces de quienes fueron olvidados en un territorio hostil como lo es el Chaco, sin agua sin alimentos y sin ayuda de nadie. Pero además con un ejercito que no parecía estar muy convencido de quienes eran sus amigos y quienes sus enemigos y mucho menos de lo que se defendía en aquella guerra. El trauma de ese pasado reciente con la Guerra del Chaco sigue teniendo para los/las bolivianos/as unos costos altisimos y que se vislumbran en una serie de problemáticas que aún no fueron resueltas por la sociedad boliviana y que Diego Mondaca ha sabido ponerlas sobre la mesa en una gran película.

Escenas:

Conversación entre el oficial y el comandante Hans Kundt sobre el carácter ajeno de la guerra.

Oficial Liborio: Ni usted ni yo somos de aquí
Comandante alemán: ¿Y usted que piensa?
Oficial Liborio: Eso, que estamos perdidos mi capitán.

Conversación entre Jacinto y Liborio, soldados bolivianos ambos pero además pertenecientes a la misma comunidad étnica fuera de la guerra.

Jacinto: Eres el Kari de la familia cuiza. Vienes de mi comunidad (intentando obtener con esto más coca y otros recursos)
Liborio: Aquí no hay amigos Jacinto, además ahora soy tu superior.

Jacinto y Liborio se cruzan a una pareja de indios seminómades del Chaco y los intentan interrogar en un idioma que éstos nisiquiera entienden.

"Ustedes dos ¿qué son paraguayos o bolivianos?".

La pareja sin entender ni una sola palabra y mucho menos que significa ser boliviano o paraguayo abandona la conversación y se retiran ante la mirada atónita de los dos soldados bolivianos.



domingo, 5 de abril de 2020

"Hijo de hombre" de Augusto Roa Bastos

Seix Barral, Barcelona.1985.




A fines de 2011, al terminar la facultad, decidí empezar a leer con cierta necesidad novelas que había ido comprando en los años de cursadas y que se fueron acumulando con la invisible etiqueta de "pendientes". Como se sabe lo que se compra es infinitamente superior a lo que uno termina leyendo. Algunas de las novelas que compré en aquellos años pertenecían al llamado "Boom latinoamericano" y entre esa pila de libros me reencontré estos días con "Hijo de hombre" del paraguayo Augusto Roa Bastos. Fue un gran hallazgo y una invitación a seguir con las otras dos que completan la trilogía de novelas del autor, "Yo, el supremo"(1974) y "El fiscal" (1993).

"Hijo de Hombre" está compuesta en la edición de Seix Barral de 1985 -la otra edición de Sudamericana cuenta con un capítulo adicional- por nueve capítulos que al principio no parecen tener mucha conexión unos con otros -incluso podríamos tomar perfectamente cada capítulo como un cuento- pero al ir avanzando en la lectura se va produciendo la conexión necesaria entre personajes que se repiten y/o mismas situaciones que se van narrando desde distintas miradas y en una temporalidad que no es lineal. Roa Bastos ubica temporalmente su relato en las primeras tres décadas del siglo XX, tomando como referencia y hechos históricos los levantamientos campesinos de 1912 y la segunda tragedia bélica del Paraguay, la Guerra del Chaco (década del 30).

En el primer capítulo que lleva el nombre de la novela, "Hijo de Hombre", un hombre recuerda los años de su infancia en un pueblito llamado Itapé, en la época que el viejo Macario -hijo de un esclavo del dictador Francia- contaba la vida de su sobrino Gaspar Mora. Este hombre llamado Gaspar Mora, era un músico y lutier muy querido en el pueblo que al enfermarse de lepra tuvo que recluirse en el monte para cumplir con el aislamiento al que estaban obligados los enfermos. Allí, en su aislamiento, construyó una figura de cristo en madera que al morir sus personas más cercanas encontraron y decidieron llevar a la iglesia para que sea venerada. Esta situación generó una especie de cisma guaraní, entre quienes defendían el legado de Gaspar Mora y quienes desde la jerarquía eclesiástica lo acusaban de hereje.

En el segundo capítulo titulado "Madera y carne", la historia se traslada a Sapukai y se centra en la llegada misteriosa de un forastero al que apodaron "el doctor" -según uno de los pueblerinos, Alexis Duvrosky- de comportamiento extraño y motivo de interminables habladurías y versiones sobre él, entre los vecinos de Sapukai. Al poco tiempo de llegar al pueblo y después de algunos episodios confusos, “El doctor” comenzó a ayudar y a prestar servicios médicos a la población de Sapukai, fundando además, el leprosario. Un día "El doctor” desaparece misteriosamente y en su sitio de trabajo encuentran un montón de imágenes hachadas que son interpretadas por los vecinos como un acto de herejía.

En el tercer capítulo titulado "Estaciones", un adolescente viaja en tren desde Itapé hasta Asunción para iniciar sus estudios en la escuela militar, motivada por los deseos de sus padres, acompañado de una joven mujer y su hijo. Madre e hijo emprenden el viaje por la mala salud del pequeño y para visitar al hombre de la familia, que se encuentra preso luego de ser acusado de participar en el sublevación campesina de la que ya teníamos información en el capítulo anterior y que había terminado siendo aplastada por el gobierno con la explosión intencional del tren que transportaba a los revolucionarios.

En el cuarto capítulo, titulado "Éxodo", Casiano Jara -uno de los líderes del levantamiento campesino frustrado-, su esposa Natí y su hijo recién nacido -que volveremos a saber de él siendo ya adulto en los capítulos siguientes- emprenden una huida desesperada por el yerbal de Takurú-Pukú adonde habían sido recluidos tras la revolución fallida. Sin dudas este capítulo es el más alucinante de la novela por cómo el autor relata magistralmente la huida de esta familia por el monte con sus perseguidores pisándole los tobillos, acompañados de sus feroces perros y armados hasta los dientes. También en este capítulo Roa Bastos hace una descripción de la explotación inhumana a la que se les sometía a los trabajadores de los yerbales. Vale la pena citar un pequeño fragmento de este relato:

"El cantar bilingue y anónimo hablaba de esos hombres que trabajaban bajo el látigo todos los días del año y descansaban no más que el viernes santo, como descolgados también ellos un solo día de sus cruz, pero sin resurrección de gloria como el Otro, porque esos cristos descalzos y oscuros morían de verdad irredentos, olvidados. No sólo en los yerbales de la industria paraguaya, sino también en los demás feudos. Enquistados como un cáncer en el riñón forestal de la República, a tres siglos de distancia prolongaban, haciéndolas añorar como idílicas y patriarcales, las delicias del imperio jesuítico" (pág. 82, 83).

En el quinto capítulo, titulado “Hogar”, Miguel Vera el niño que escuchaba los relatos de Macario y que luego se muda Asunción para cursar la carrera militar regresa en la historia ya convertido en adulto y entra en contacto con Cristobal Jara (también ya adulto), hijo de Casiano y Natí. Cristóbal Jara junto a otros revolucionarios convocan a Miguel Vera a sumarse a una nueva revolución que se está orquestando en la clandestinidad. A pesar de la oferta para que éste lidere la revolución, Miguel Vera no parece convencerse del todo. En el siguiente capítulo nos enteraremos de su participación en la nueva revuelta.

En el sexto capítulo, titulado “Fiesta”, nos enteramos del fracaso de la última revolución que terminó con más ejecuciones que arrestos y que Cristobal Jara es intensamente buscado tras su huida (repitiendo unas vez más la historia de sus padres con él siendo un recién nacido). Por otro lado, la situación de Miguel Vera se complica ya que es interrogado por la policía luego de que ebrio en un bar reconociera su participación en la revuelta. Cierra este capítulo con Cristobal Jara sorprendiendo a todos apareciendo en los festejos de la contrarrevolución victoriosa.

En el séptimo capítulo, titulado “Destinados”, la forma de la narración cambia completamente y nos encontramos con un diario que detalla los días de prisión de Miguel Vera y su posterior participación en la Guerra del Chaco. Allí se detalla, primero, los días en el confinamiento militar de “Peña Hermosa” junto a una cincuentena de presos, sus guardias y jefes militares. Los días transcurren monótonos hasta el llamado a participar en la guerra contra los bolivianos que reclaman un territorio de definición limítrofe poco clara. En este llamado general también nos enteramos de la suerte de Cristobal Jara,

"entre los camiones requisados para el cuartel maestre, reconocí de pronto la charata ladrillera de Sapukai. Al volante, como era de esperarse, Cristobal Jara, el único evadido del Estero. Lo vi detrás de la cortina. Pero era él, estoy seguro. El huesudo y negro perfil, tendido hacia adelante. Taciturno y reconcentrado como siempre. En otro camión iba Silvestre Aquino. De poco les ha servido escapar. La guerra, pues, los ha vuelto a rehabilitar también a ellos transformándolos de forzados políticos en galeotes del agua para los frentes de lucha, donde se va a llevar el honor nacional" (pág. 188).

En el octavo y anteúltimo capítulo titulado "Misión", Cristóbal Jara queda a cargo de una arriesgada misión, junto a Silvestre Aquino y una enfermera (María Encarnación), enamorada de Cristóbal. La misión consiste en transportar los camiones con agua para abastecer a los soldados paraguayos a través de todo el frente de combate y arriesgando peligrosamente sus vidas. En este capítulo del libro está basada la película de Lucas Demare titulada "Hijo de hombre"(Choferes del Chaco) del año 1961. Finalmente, la novela cierra con las memorias de un Miguel Vera convertido en Alcalde en el último capítulo titulado "Ex combatientes".


 Hijo de Hombre” hoy en el “Ciclo Roa Cineasta” - Artes y ...
Francisco Rabal y Olga Zubarry en la película "Hijo de Hombre", dirigida por Lucas Demare en 1961 y con participación en el guión del propio Augusto Roa Bastos.


Como decíamos da la impresión que el autor intenta narrar varias historias más que construir el relato típico de la novela. Pero vemos algunos denominadores comunes o elementos recurrentes que se repiten en cada capítulo. El ferrocarril (que pudo transportar el progreso pero también la barbarie), el cometa Halley de 1910 que marca el destino de algunos de los personajes y hasta de la fundación de un pueblo, el tema de la lepra y el leprosario y quizá el más importante, la sed. En cada capítulo reaparece con fuerza esta necesidad fisiológica tan elemental y que oprime en cada uno de los escenarios donde transcurre la novela. La sed persigue y azota a campesinos, fugitivos, revolucionarios y soldados. Saciar esta necesidad es la clave para consumar tanto una fuga o para ganar la guerra, según las palabras del Mariscal Estigarribia.

En esta novela Augusto Roa Bastos a través de su relato ha intentado retractar una historia social y política del Paraguay de principio del siglo XX pero que tiene su equivalente en casi todos los países América Latina. El despotismo más cruel ya sea desde la jerarquía eclesiástica, militar o el de las oligarquías, que concentran todo el poder económico, de los recursos naturales y hasta de las vidas de las personas. Pero también la lucha de hombres y mujeres para vivir dignamente, para dejar una tierra mejor a las generaciones venideras. O al menos para dejar UNA tierra. Esa lucha por la libertad está teñida de sacrificios, propios y ajenos, pero siempre con un horizonte claro y definido que es cambiar una situación de miseria y marginalidad. Pero la Historia parece repetirse una y otra vez en un suelo que pareciera haber quedado "encallado en el atraso del día del génesis".